La trágica muerte de Yostin, un niño de 10 años con discapacidad, encontrado sin vida y con signo de violación en Sabana Perdida, marca uno de los capítulos más oscuros de la violencia contra la niñez en la República Dominicana. Su condición lo hacía más frágil ante un entorno que no siempre entiende, protege ni acompaña como debería a quienes nacen con necesidades especiales. Por un pedofilo que había cumplido una condena de 15 años por agresión a otro menor de edad.
Ser niño en nuestro país ya representa un desafío frente a los riesgos de la violencia, el abuso y la indiferencia social. Pero ser un niño con discapacidad significa enfrentar doble vulnerabilidad: la de la niñez misma y la de la falta de inclusión y protección efectiva que aún arrastra nuestra sociedad.
Lo ocurrido con Yostin no puede verse solo como un crimen más en las estadísticas. Es una denuncia viva de que el Estado no ha construido los mecanismos necesarios para blindar a los más indefensos, ni ha creado políticas integrales que garanticen seguridad, acompañamiento y justicia rápida frente a los depredadores que acechan a nuestros niños.
Hoy, la memoria de Yostin nos interpela a todos: familias, escuelas, comunidades, autoridades y sociedad civil. No podemos permitir que la discapacidad se traduzca en abandono ni en falta de protección. Cada niño, sin importar su condición, merece vivir con dignidad, seguridad y amor.
El mejor homenaje a Yostin no será solo el llanto por su partida, sino el compromiso real de levantar un país donde ningún niño especial vuelva a ser víctima de la violencia y del olvido.
Paz a su alma. Justicia para su memoria. Protección para los que aún viven.
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