Las recientes declaraciones de la exministra de la Mujer, Janet Camilo, en las que afirmó que en el Miss Universe República Dominicana “se eligieron las mujeres más feas de este país”, han generado asombro e indignación. No es para menos: provienen de una figura pública que, desde el Estado, tuvo la misión de impulsar políticas públicas en favor de todas las mujeres, sin distinción.
Reducir el valor de las participantes a un juicio despectivo sobre su apariencia física no solo contradice el espíritu de igualdad y respeto que debe guiar a toda defensora de los derechos de la mujer, sino que perpetúa estereotipos dañinos que tantas veces se han intentado erradicar.
Los certámenes de belleza, con sus luces y sombras, son para muchas jóvenes una plataforma de superación personal, proyección profesional y crecimiento humano. Descalificarlas con frases que hieren y excluyen envía un mensaje peligroso: que el valor de una mujer se mide únicamente por un patrón subjetivo de belleza.
La coherencia es un pilar fundamental en la vida pública. No basta con promover la igualdad desde una oficina estatal; hay que sostenerla con cada palabra y cada acto, especialmente cuando se tiene un micrófono frente a miles de oyentes. En tiempos donde la lucha por el respeto y la diversidad sigue siendo urgente, declaraciones como estas representan un retroceso.
Porque sí: las palabras también pesan. Y cuando vienen de quienes alguna vez representaron la voz de todas, pesan mucho más.
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